El desarrollo del cine sonoro a finales de los años 20 hizo que toda una industria del cine mudo se viese anticuada en cuestión de apenas dos años. Muchísimos de los actores (incluso los propios Chaplin, Keaton y sucedáneos) que habían desarrollado una técnica expresiva y corporal hasta la perfección, se vieron relegados y olvidados por el público de masas que, como dicen en la película que ahora trataremos, siempre tiene la razón.

The Artist cuenta la historia de RodolfoGeorge Valetin (merecidísima Palma de Oro a Jean Dujardin como mejor actor), un actor de cine mudo que por culpa de su orgullo y no querer adaptarse a los tiempos que corren -la llegada de los 'talkies'- se ve relegado al olvido por parte del público. En el sentido opuesto, la actriz Peppy Miller (una bellísima Bérénice Bejo) comienza a ascender como la espuma gracias a su belleza, a su encanto y a su voz. Esta premisa podemos trasladarla perfectamente a los tiempos que corren hoy día. Parecía impensable que en pleno siglo XXI, en una década en la que los remakes y el cine en 3D inunda las salas, un director francés se arriesgase a rodar una película en blanco y negro.

Pero el verdadero desafío para Michel Hazanavicius era que, en pleno 2011, su película fuese muda. ¿Aguantaría el público de hoy día un film de 100 minutos donde no se habla? A decir verdad, el público que inundaba la sala del Festival de Sevilla no era joven precisamente; pero el estruendoso aplauso confirmó, efectivamente, que la película supera su prueba de fuego con soltura puesto que las imágenes son tan poderosas, la historia es tan embaucadora y los actores son tan magníficos que a los cinco minutos nos olvidamos que los diálogos tienen forma de insertos de títulos. Hazanavicius nos devuelve al Hollywood clásico con el que soñaban nuestros padres, nos devuelve a las primeras películas de Chaplin y la magia del blanco y negro con el que soltamos nuestras primeras risotadas y nuestras primeras lágrimas.

"The Artist" al que hace referencia el título podríamos aplicarlo a muchos de los verdaderos artistas que han poblado esta producción francesa con aires del Hollywood más puro y sincero, desde la dirección de Hazanavicius hasta las interpretaciones de Dujardin y Bejo (¡sin olvidarnos del perro!), merecedores de cualquier premio interpretativo al que puedan optar por expresar con su cuerpo aquello que no hace falta decir con palabras.

Y si todavía tuviese espacio en esta pequeña crítica para dar mi enhorabuena a otro artista, quisiera felicitar a Ludovic Bource, el compositor de la banda sonora, el que quizás sea el mejor score del año, puesto que Bource ha tenido la grandísima responsabilidad de expresar mediante la música aquello que a la imagen y los actores les faltaba por decir. Una banda sonora que nos trasporta a las salas cinematográficas de los 20, donde la orquesta se colocaba junto a la pantalla y llenaba la sala de magia desde que comenzaban los títulos de crédito hasta que aparecía 'The End'. Al igual que hace The Artist.